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°Prostituyen a Jornaleros en California

LOS ANGELES -- Los rostros reflejan que les incomoda hablar del tema. En las esquinas de los jornaleros ya no es tan fácil encontrar trabajo, pero abundan las propuestas de sexo por dinero, las drogas y las violaciones que muchos sufren y que todos ocultan por vergüenza.

"La situación se está repitiendo con mayor frecuencia. Sucede más en las esquinas no organizadas que en los centros de jornaleros pero, en sí, el problema es general. Es como un secreto a voces que todos saben y conocen pero, nadie denuncia", explicó Pablo Alvarado coordinador nacional de la Red Nacional de Jornaleros.



Durante una investigación de La Opinión en varias esquinas de trabajo en Long Beach, Rancho Cucamonga, Los Ángeles y Moreno Valley, más de la mitad de los entrevistados reconocieron que han recibido al menos una propuesta de sexo a cambio de dinero.


"Los gringos nos están viendo como centros de prostíbulos baratos y no de mano de obra. Muchos le entran [aceptan] pero, a la mayoría nos llevan con engaños. Nos dicen que es para un trabajo y después resulta que quieren sexo. Tengo compañeros que hasta los drogan sin que se den cuenta", comentó Ricardo Ceniceros, que se registra para pedir trabajo en el centro de jornaleros de Rancho Cucamonga.




Mauricio Rodríguez, jornalero del centro de Long Beach, fue contratado para pintar las recámaras de una vivienda. "Te vamos a pagar bien", comentó que le dijeron cuando abrió la puerta de un vehículo Honda Civic color verde en cuyo interior dos hombres, un anglosajón y otro latino, esperaban por él.

Según Rodríguez, al llegar al apartamento que debía pintar, una vivienda de clase media en el corazón de la ciudad de Signal Hill, comenzaron los gritos y los insultos.

"No queremos que hables pendejo. Quítate la ropa y muévete para allá", le ordenó el hombre latino.


"Me gritaron insultos. Se veía que les gustaba humillarme. Esos ‘batos’ tenían cuchillos sobre la mesa y me dio mucho miedo, sobre todo el gringo que me apuntaba con una jeringa [al parecer] llena de droga. No sé cómo le hice. No dejé de hablar y, como pude, me fui acercando a la puerta hasta que pude abrirla y salir corriendo", relató Rodríguez.

Con los recuerdos de su experiencia aún frescos, Rodríguez llevó a La Opinión hasta el lugar donde, según él, lo habían atacado días atrás.



La palabra Welcome (Bienvenido) pintada con los colores de la bandera estadounidense colgaba de la puerta marcada con el número seis, tras la cual se escuchaban canciones de rock en inglés. Sin embargo, nadie atendió al reiterado llamado.

"En ese departamento seguido traen hombres y siempre se oye como que tumban cosas", informó una vecina que prefirió no revelar su nombre.

Mauricio está seguro de que él no ha sido el único al que han llevado a ese departamento.


El primer carro apareció poco antes del mediodía. Como por inercia, decenas de jornaleros se abalanzaron sobre la camioneta Toyota roja que llegaba a la esquina de Grove y Arrow en Rancho Cucamonga.

Una mezcla de sudor y de alcohol que emanaba de los jornaleros sumergió el pequeño círculo que se formó junto al vehículo y que, en cuestión de segundos, se disolvió. Sólo cuatro trabajadores siguieron negociando.

"Ésos batean por el otro lado [son homosexuales]. Seguido vienen por aquí en diferentes carros pero, uno ya les conoce la cara y pos’ pa’ eso mejor ni arrimarse", comentó Francisco Tapia, quien suele acudir a esa esquina a buscar trabajo los fines de semana.

Del grupo que siguió negociando, únicamente el más joven se subió al vehículo.

—¿Cuál es el motivo por el que contratan jornaleros? —les preguntó La Opinión a dos hombres anglosajones de edad madura, mientras el trabajador se acomodaba en el asiento trasero de la camioneta.

—¿Usted quién es? ¿Para qué es eso? —preguntó a la defensiva el conductor.

En el interior del vehículo el jornalero lucía asustado.—Hacemos una investigación sobre personas que emplean trabajadores para actos sexuales. ¿Qué piensa al respecto? —preguntó La Opinión.

—"Yo no sé nada" —contestó el conductor y aceleró abriéndose paso con el automóvil sobre un grupo de curiosos que se acercaban a la escena.

En la esquina las bromas y los insultos con palabras como "maricones" se escucharon con insistencia. Todo era burla, juego. Algunos simplemente callaron. Nadie habló en serio sobre el tema, evidenciando que es algo que les incomoda.

Además de los que optan por prostituirse voluntariamente, existe otra población de trabajadores temporales que han sido drogados y abusados sexualmente con engaños, coinciden los expertos.

"Me ofrecieron trabajo en un rancho junto a otros tres [jornaleros] de la esquina. Cuando llegamos al lugar nos pusieron a limpiar unos establos y después nos dieron comida. Al rato sentía que todo me daba vueltas. Unos cab... comenzaron a manosearnos pero, yo no podía ni tirar un golpe. Todo estaba borroso. Cuando desperté me habían tirado en un lote baldío y no sabía ni dónde estaba. Yo creo que me ‘chin...’ [violaron] y qué gano con demandarlos si en este país la ley siempre es lo que diga el patrón", narró un jornalero de 19 años que suele pedir trabajo en las esquinas de Moreno Valley en el condado de Riverside.

Pese a la alta incidencia de acoso y de delitos sexuales, reportes estatales demuestran que no existen referencias de demandas interpuestas por un jornalero sobre estos sucesos.

"Hemos investigado los hechos y tenemos detectados muchos casos pero, por miedo y vergüenza, el jornalero no acepta presentar formalmente los hechos ante un juez. No hay un solo caso de este tipo ante las cortes. Estos inmigrantes temen que los tachen de homosexuales en su esquina de trabajo o que los deporten y es muy difícil cambiar esta mentalidad. No pueden ver que lo que les han hecho se trata de delitos criminales", comentó la abogada Anel Flores de la Fundación de Ayuda Jurídica de Los Ángeles.

Sin embargo, no todos son víctimas. También existe un creciente número de hombres que asisten a las esquinas con la intención exclusiva de ofrecer su cuerpo por dinero, coinciden los investigadores.

"No sabemos cuánto ha crecido esta situación pero, estamos seguros de que los índices de personas que se prostituyen son mayores y que el problema está aumentando", aseguró Víctor Martínez, director de la organización Bienestar.

En la esquina donde Ángel Sánchez se reúne a buscar trabajo, entre 15 y 20 vehículos llegan durante el mes con la intención de recoger hombres para favores sexuales, aseguraron los trabajadores consultados por La Opinión.

"Cobran cien; 120 dólares por noche. Muchos aceptan o ponen su precio. Algunos patrones ya hasta tienen a sus favoritos y vienen buscándolos a ellos. Los que no le entramos a eso ya conocemos los carros y ni nos acercamos. Para nosotros el peligro no son ellos, son los pervertidos que nos contratan con engaños. Cuando abres la puerta de un carro nunca sabes qué riesgos te esperan", dijo.
Las palabras salen con rudeza de la boca de Sánchez. Las calles le han enseñado que de eso no se debe hablar. "No es de hombres ser prostitutos", dice y su rostro refleja que le molesta hablar del tema, aunque ese tema sea, simplemente, realidad.

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